19/10/08

El Enemigo Público



The Public EnemyWilliam A.Wellman, EEUU, 1931, James CagneyEdward WoodsJean Harlow.

Cuando el oscarizado Wellman leyó el guión de de John Bright y Kubec Glasmon (basado en la propia novela de estos, Beer and Blood, y nominado al Oscar) se empeñó en llevarlo a la pantalla y le prometió a Darryl F.Zanuck -por aquel entonces productor de la Warner- rodar la película más dura y feroz jamás realizada...a fe que lo consiguió.

Basada en personajes y/o hechos reales tales como Charles Dion"Deanie"O'Bannion (rival de Al Capone), Earl"Hymie"Weiss (matón que estampó una tortilla en la cara de su novia) y Samuel J. "Nails" Morton (integrante de la banda de O'Bannion que murió en accidente de equitación, Louis "Two Gun" Alterie se encargó de ajusticiar al caballo con ayuda de un par de amigos) y rodada en poco menos de un mes esta obra clave del género de gángsters (y por ende del cine en general) fue uno de los motivos para el nacimiento del Código Hays e incluye escenas míticas en la historia del séptimo arte como la archifamosa del pomelo aplastado por Cagney en la cara de Mae Clarke.

Con una presentación de la violencia de forma casi siempre elidida (asesinato del policía en el primer golpe "profesional" de los protagonistas, de Putty Nose o del caballo) y un alto componente sexual (ingeniosa la presentación de la pareja en el desayuno, ambos con pijama, señal inequívoca de su noche juntos en el hotel), El Enemigo Público es muy superior a Hampa Dorada conformando junto a ésta y con Soy Un Fugitivo, la trilogía de temática social "pre-noir"de la Warner. La grandeza de la película de Wellman radica en su fuerza visual con unos interesantes encuadres y movimientos de cámara (hay que recordar que estamos a principios del sonoro) y en la inmensa interpretación de James Cagney en un papel que lo catapultó al estrellato aunque lo encasilló como prototipo de gángster (a pesar de tener un amplio registro como demostró a lo largo de su filmografía, incluso llegó a conseguir un Oscar por su actuación en un papel absolutamente diferente en Yankee Doodle Dandy), si bien el conjunto presenta cierto tono melodramático con el enfrentamiento fraternal y un argumento un tanto envejecido. No obstante, en la retina quedan escenas memorables además de la citada de la fruta como la tensión de la cena tras el regreso de la guerra de Mike Powers (personaje positivo del film), la del ajuste de cuentas bajo la lluvia y el impactante final que añade efectos de sonido con el uso del tocadiscos de fondo.

Concebida como una de las típicas producciones sociales de la Warner (a Jack Warner le encantaban las fábulas morales con contenido social) fruto de la Depresión, presenta al personaje en un contexto social claro de marginalidad en el que los bares clandestinos y tipos como Putty Nose ejercen influencia sobre los jóvenes, aunque estas mismas circunstancias sociales son tratadas de puntillas -como pinceladas en la carrera delictiva de los personajes principales- en el guión simplista que no llega a desarrollar las relaciones del crimen organizado pese a dejar claro que la Prohibición sólo sirve para el enriquecimiento de algunos. Un libreto clásico de auge y caída,  esquemático y con unos personajes que funcionan como estereotipos (con la excepción de Tom Powers).

Con un prólogo que avisa del contenido social de la cinta que obedece al argumento esgrimido por Zanuck de presentar la delincuencia en relación a la educación recibida y al medio en el que crecen los jóvenes (no se sabe si como artimaña para evitar la censura o como propósito verdadero) El Enemigo Público intenta revertir en plenos tiempos moralistas la idolatría por la figura del gángster que profesaban la mayoría de inmigrantes, admiración que se expresaba en la ascensión de estos personajes desde la pobreza hasta la consecución del sueño americano exteriorizada en la ropa, los coches y las mujeres a las/os que podían acceder. Si bien esta intención contrasta con la figura más poderosa del film, la de Tom Powers, tipo que comienza con robos menores, pasa a robos a mano armada y acaba en el contrabando de licor pero, eso sí, siempre como "matón", nunca llega a ser ningún "capo" (ejemplificando una salida de muchos chicos de barrios humildes). Ya desde los títulos de crédito iniciales parece que se proponga a los inmigrantes una elección de manera meridiana: ser rebelde e individualista (Tom con su camisa desabrochada y su actitud vitalista) o ser conformista (Mike se nos presenta con uniforme de trabajo y en posición estática).

Gran éxito de taquilla, mucho más violenta, realista y con mayor empaque que Hampa Dorada, si a éstas dos obras añadimos Scarface, El Terror del Hampa tenemos la trilogía que convenció a las autoridades morales de manera definitiva a instaurar el Código Hays: el crimen siempre paga. Quizás para escapar de la censura se incluyeron la introducción y el epílogo moralistas y se ingeniaron trucos como el mencionado de los pijamas para disimular su alto contenido sexual tan palpable en los personajes de Jean Harlow o de la novia de Paddy Ryan. La película de Wellman marca las pautas del cine de gángsters siendo visualmente dinámica para ser una "early talkie" destacando el susodicho trabajo de cámara y el empleo de efectos sonoros junto con una buena fotografía de Dev Jennings.

Mención aparte merece James Cagney con su actuación en su quinta película (tercera en un papel de hombre duro). Este actor proveniente del "vaudeville" se hizo con el papel protagonista una vez iniciado el rodaje ya que en un principio Edward Woods (desapareció del panorama cinematográfico allá por 1938 tras desarrollar una poco destacable carrera en películas muy menores) era Tom Powers y Cagney su gran amigo Doyle pero Wellman intercambió los papeles al comprobar las cualidades de éste último (de hecho en las escenas iniciales los actores que los encarnan de niños están al revés causando cierta confusión en algunos espectadores). Cagney cuya apariencia era la de un genuino "working class" americano consigue dar vida a un personaje volátil, visceral, oscuro y violento de manera enérgica, natural e impetuosa (y lo repetiría con su genial Cody Jarret años después, superando lo casi insuperable) logrando dotar a su presencia de una pureza y carisma que elevan el film a imprescindible. Como muestra la escena del ajuste de cuentas en la que con revólver en mano (uno en cada una) camina hacia la cámara con una mueca de poseída determinación.


3/10/08

Luces de la Ciudad



City LightsCharles Chaplin, EEUU, 1931, Charles ChaplinVirginia CherrillHarry Myers.

Presentada como "comedia romántica en pantomima" en plena época de expansión del sonoro, el cual había irrumpido con fuerza tres años antes, Luces de la Ciudad consigue, por una parte, combinar, a través de sus dos lineas argumentales paralelas, comedia con romanticismo y, por la otra, desafiar al cine con diálogo hablado demostrando que el silente también era capaz de generar suculentos dividendos económicos en plena expansión del sonoro, por no hablar de los méritos artísticos.

Película muda -aunque incorpore una partitura musical compuesta por el propio Chaplin y efectos de sonido- porque al cineasta de origen inglés le parecía que el cine hablado destruiría el arte (tan venerado por él) de la pantomima y gracias a que él mismo ejercía absoluto control sobre su obra (aquí es actor, director, productor no acreditado, compositor, guionista). Chaplin decidió acabarla como la había concebido: muda...y cosechó un enorme éxito de público y crítica que le dio la razón sobre su decisión.

Auténtica comedia romántica con un elemento melodrámatico importante en la que la cara más sentimental de Chaplin aflora sin rubor y con delicadeza en toda su intensidad y que podemos considerar por su fama entre el gran público como obra menor dentro de su filmografía (La Quimera del OroEl Circo o Tiempos Modernos son más conocidas) pese a que para muchos es su mejor filme (aunque esta apreciación es común a todas sus películas largas e, incluso, a cortos como El Chico). Cerrando este debate podemos decir que es una de las mejores obras de Chaplin y la última totalmente muda ya que en Tiempos Modernos hay un diálogo ininteligible, pero diálogo al fin y al cabo (más bien monólogo), y ya con El Gran Dictador el autor asume plenamente el sonoro (¡más de una década después de su explosión!). Chaplin, al respecto, dijo que si su vagabundo hablara, moriría y también defendía la teoría que sostenía que el lenguaje corporal se perdería como lenguaje de expresión y de interpretación con el advenimiento del sonoro al focalizarse la cara de los actores por la cámara.

Esta exquisita película nos expone a Charlot en estado puro, vagabundo tragicómico que nos hace sentir un amplio crisol de emociones a través de la mezcla de ingredientes de tipo sentimental y melancólico con el más puro slapstick y pantomima. Las dos líneas argumentales paralelas de la película quedan conjugadas plenamente, de tal modo que la ternura (relación entre la violetera ciega y el vagabundo) y la comedia (relación de Charlot con el millonario) mantienen un equilibrio dinámico que convierten el film en divertido y humano sin caer nunca en un tono lacrimógeno y cursi. Valga de muestra el tan aclamado final, de una ternura extrema y apabullante en el que la violetera una vez recuperada la visión, descubre la verdadera identidad del benefactor que ha hecho posible tal cosa.

Dulce historia, simple aún con, quizás, las creaciones más complejas de Chaplin respecto a los personajes, con la trama argumental que es poco menos que un intento, pretexto, para hilvanar gags y episodios que den cohesión y continuidad a este acercamiento de Chaplin a la condición humana, aproximación que refleja nuestra naturaleza y enseña el talento del cineasta y que llena nuestro corazón de sentimientos y emociones mostrando esa naturaleza con gran elegancia.

Luces de la Ciudad es un melodrama con contenido social lleno de "slapstick", pantomima y sentimientos, con un inicio en el que Chaplin se ríe del cine sonoro y con un emotivo final en el que transmite la vergüenza, el miedo, la pena, el amor y la alegría que siente un Charlot, angustiado y extático a la vez, en el momento en que la violetera y él se reencuentran. Una violetera interpretada por Virginia Cherrill de cuyo trabajo el perfeccionista Chaplin no estaba muy contento, de hecho fue sustituida por Georgia Hale (quien ya trabajó con el cineasta en La Quimera del Oro) pero como el presupuesto en volver a rodar todas las escenas se disparaba, Chaplin tuvo que readmitir a la Cherrill (por cierto, que ella sacó tajada de la situación y pidió un aumento de emolumentos para volver).

La quintaesencia del vagabundo la podemos encontrar en esta película pero sin olvidarnos de ciertas consideraciones como el cambio de rol social entre los personajes que se expone al final del metraje. A saber, él pasa de ser "millonario" a vagabundo y ella de vendedora ambulante a propietaria de una tienda próspera. Podemos proponer la ceguera de la chica como elemento que le impide ver lo que es Charlot pero le permite ver quien es realmente: una buena persona capaz de salvar la vida de un desconocido y arriesgarlo todo por devolverle la vista a su amada, a pesar de que esto mismo pueda ser el motivo por el que la pierda.

En fin, película que contribuye a considerar a Chaplin como símbolo del cine y también del siglo XX, que cuenta con una legión de admiradores numerosa y cuyas influencias son notorias en cineastas como Fellini o Woody Allen (veáse el final de Manhattan) sin dejar de mencionar su impacto sobre la crítica de todos los tiempos.