21/2/11

Boeing Boeing



Boeing BoeingJohn Rich, 1965, EEUU, Jerry LewisTony CurtisThelma Ritter.

La famosa obra de teatro homónima de Marc Camoletti que aún hoy día se sigue representando en teatros importantes ha dado pie a cuatro versiones cinematográficas. La que nos ocupa, adaptada por Edward Anhalt, es una comedia que destaca en la filmografía del controvertido Jerry Lewis por situarse éste lejos de sus excesos habituales en lo que puede considerarse un papel más "serio".

En esta cinta Lewis forma pareja con su amigo Tony Curtis - pero no tan amigo para dejar de lado su conocido ego por el que ambos pretendían que su nombre apareciera en primer lugar en los títulos de crédito, situación resuelta con una ingeniosa solución- quedando lejos ya los años de su dúo con Dean Martin y habiendo alcanzado la madurez creativa por la que ha pasado a la historia pese a sus muchos detractores (El Profesor Chiflado, por ejemplo); aquí Lewis ejecuta un rol sin apenas slapstick y en el que, a decir verdad, está correcto; cuanto menos da perfecta réplica a un Curtis cuyo personaje se dedica a correr durante gran parte del metraje sin ton ni son.Y es que ni el guión del citado Anhalt ni la dirección del televisivo John Rich (por momentos el filme parece una verdadera sitcom además de hacerse demasiado evidente el origen teatral del relato) son capaces de remontar el no respeto de los "tempos": desde el principio esta comedia de enredo que podía dar más de sí, se plantea de manera forzada con un ritmo atropellado.

Algún diálogo, pronunciado generalmente por el protagónico encarnado por Jerry Lewis, tiene algo de gracia pero ni el personaje de la ama de llaves - una Thelma Ritter que hace lo que puede- es aprovechado; aún así, quizá ella sea lo mejor del filme junto con alguna situación planteada y la sorpresa de encontrar al polémico cómico en una vis más "adulta". Desde luego que John Rich no dota al filme de la pulsión necesaria para que la obra pueda explotar las potencialidades cómicas que posee. A pesar de lo antedicho el producto puede verse por momentos aislados aunque estos no nos hacen pasar por alto sus defectos ya que se trata de una comedia irregular de confusiones/enredos en la que los estereotipados personajes se construyen mediante los clichés culturales que sirven así como supuesto elemento divertido.

19/2/11

Caballero sin Espada



Mr. Smith goes to WashingtonFrank Capra, 1939, EEUU, James StewartJean ArthurClaude Rains.

La controversia en torno a la figura de Frank Capra no es óbice para negar su importancia: el enorme éxito comercial de sus filmes a lo largo de la década de los 30, jalonado con la obtención de innumerables premios, se conjuga con la favorable opinión crítica de la época. Probablemente, Capra sea el director de la depresión americana o, como mínimo, el que supo conectar mejor con el público estadounidense de ese período. Aún hoy día goza de una enorme popularidad demostrada con la polémica mencionada más arriba; su supuesta sensiblería e idealismo ingenuo para algunos y su exacerbado patriotismo para otros ponen su obra en entredicho. Sin embargo, para muchos Capra es el director de los buenos sentimientos y de la ilusión.

En esta ocasión el realizador continúa su triptíco (iniciado tres años antes con El Secreto de Vivir, obra con la que Caballero sin Espada guarda evidentes paralelismos, y que culminaría con Juan Nadie) en el que despliega el corpus de su filosofía poblada por héroes sencillos, honrados e idealistas que se enfrentan a elementos poderosos como puedan ser políticos corruptos y magnates oportunistas de manera que el valor de la gente sencilla queda realzado y la libertad del individuo como tal queda instaurada en la base para el desarrollo de la sociedad.

Caballero sin Espada se inserta en la obra "capriana" con todas las consecuencias: la controversia persigue al filme desde su concepción y desde diferentes posicionamientos. Cuando era un proyecto pretendido por otros estudios la oficina dirigida por Joseph Breen, reguladora de la implementación de las directrices marcadas por el Código Hays, alertó a los mismos sobre la idoneidad de retratar a los senadores de los Estados Unidos como políticos corruptos, lo que sería visto como ataque a las instituciones del país. Finalmente la Columbia de Harry Cohn apostó por llevar a término la película bajo el mando de Capra y con el guión escrito por Sidney Buchman (quien posteriormente sería víctima de la Caza de Brujas) los censores quedaron satisfechos. No así miembros de la clase política norteamericana y algunos integrantes de la prensa quienes tras el pre-estreno temían que el filme, en plena situación pre-bélica, pudiera ofrecer una imagen negativa de los USA. No obstante, la crítica recibió bien la obra y el público acudió en masa a las salas convirtiendo el filme en un gran éxito comercial despachando por la vía rápida el pavor a que la obra generara sentimientos anti-americanos debido a la corrupción mostrada en pantalla. Lejos de crear ese sentimiento la película fue prohibida en países europeos controlados por regímenes totalitarios. Y sin duda que ciertos valores tan característicos del pueblo americano como la defensa de la libertad individual y el patriotismo quedan enaltecidos en el filme. Y ello es posible por la habilidad de Capra en acceder a la mitología del ideario del americano medio, la secuencia de montaje en la que el protagonista visita los monumentos de la capital USA es digna de mencionar por su apología de la patria y de la democracia.



Dirigida con ritmo ágil y con habilidad (el emplazamiento de la cámara en el famoso discurso final sirve de ejemplo) la película denuncia la corruptela política pero destila un patriotismo exagerado para quien no es norteamericano y al igual que en casi toda la filmografía "capriana" en la que nunca se profundiza en el problema, se presenta éste como conducta individual contingente, es decir, accidente y no como esencia del modelo social, entroncando el cine del realizador en la corriente escapista. Eso sí, la labor de documentación del filme es notable puesto que la recreación en estudio del Senado y sus estancias es fidedigna y el sentido didáctico con las explicaciones que se hacen del proceso que siguen las leyes para su aprobación es elogiable.

Sin la capacidad emotiva de la citada El Secreto de Vivir y con menos dosis de comedia, Caballero sin Espada presenta un elenco de secundarios notable (Thomas MitchellGuy KibeeEugene Pallette o el mismo Claude Rains) además de una carismática pareja protagonista: Jean Arthur y su perfil izquierdo y un James Stewart que se encumbraría con su papel de tipo bueno, honesto y sencillo (e ingenuo y que al igual que Longfellow Deeds no duda en emprenderla a tortazo limpio en determinadas situaciones), patriota e idealista que es designado senador. Sus peripecias se solucionan de la única manera posible teniendo en cuenta el desarrollo del relato: el desenlace aún siendo consistente es abrupto dada la no inclusión en el montaje final del epílogo rodado.

9/2/11

Shaft en África



Shaft in AfricaJohn Guillermin,1973,EEUU, Richard RoundtreeFrank FinlayVonetta Mc Gee.

La tercera entrega de la saga del detective afroamericano creado por Ernest Tidyman, escritor y guionista , entre otras, de The French Connection y las dos primeras aventuras del personaje en la gran pantalla, es una buena muestra del cine de los años 70 por lo que respecta a la exhibición de la violencia. Nos encontramos un tipo construido a la sombra de Bullitt siendo una especie de Harry Callahan y James Bond en uno (aunque por el reguero de cadáveres que deja a su paso casi que Rambo es digno heredero suyo) que representa otro individuo capaz de tomarse la justicia por su mano y arreglar las cosas a su manera; en definitiva todos los CarterCallahan y Shaft anticipan la degeneración que suponen los justicieros vengadores que poblaron el cine posterior. En el cine de la década la presencia de la violencia explícita cobra relevancia y esta versión negra de Harry El Sucio no es una excepción.Y si la violencia es tratada sin tapujos no lo es menos el sexo: escenas de desnudos, diálogos con contenido sexual abierto y hasta un delirante personaje femenino cuyo rasgo principal es la ninfomanía.



Desde luego que el filme es cosecha de su época pero sobretodo es un clásico blaxploitation que aprovecha el tirón del probablemente personaje más conocido del género y que más éxito comercial obtuvo. En esta ocasión el investigador privado encarnado por Richard Roundtree es reclutado para desarticular una organización de trata de seres humanos. Si bien el tema es duro y actual, el tratamiento que le otorga su guionista, Stirling Silliphant, lejos de analizar factores explicativos o dedicarle el mínimo rigor necesario,se desarolla de manera frívola funcionando como pretexto para representar situaciones de acción o románticas en las que se ve envuelto el personaje. La importante temática plenamente vigente aún en la actualidad y el desplazamiento del equipo a Etiopía para rodar el filme podía haber dado más de sí y no sólo para mostrar las localizaciones del país africano.

Y si hay algún elemento característico en este tipo de películas no es otro que la música, obra en este caso de Johnny Pate, arreglista de Major Lance, entre otros. Pate realiza un esfuerzo al intentar integrar la partitura en la historia, objetivo que cumple por momentos, y cuenta con el mítico grupo The Four Tops para interpretar el tema principal firmando una correcta banda sonora pero que queda lejos de las grandes "soundtracks" del género (la propia de Isaac Hayes para la primera entrega del personaje, la impresionante de Marvin Gaye para Trouble Man o la exuberante Superfly de Curtis Mayfield).

El director John Guillermin firma con su peculiar estilo, distinguible entre otras cosas por el empleo de la cámara en mano lo que dota a la imagen de un movimiento que en multitud de ocasiones está presente en el cine y en las series contemporáneas, si bien más pulido, una película que cumple con unos mínimos estándares de calidad y que se entronca en el contexto temporal en el que fue rodada de manera notable tanto por la representación de ciertos aspectos como por el empleo de elementos cinematográficos (algunos movimientos de cámara y composiciones, el color). El cuidado en las escenas de acción está por encima de la media de los productos del género pero su guión es deslavazado provocando un ritmo irregular pese a la sucesión de peripecias, muchas de las cuales se ejecutan sin demasiado acierto y algunas acontecen sin orden ni concierto (el encuentro sexual con Aleme parece una imposición más que una circunstancia que acontece con naturalidad) desencadenando esto un desarrollo narrativo en ocasiones demasiado burdo, hechos que lastran el filme y a los que hay que añadir la poca seriedad con la que se afrontan temas como el tráfico ilegal de personas o la mutilación genital femenina. En el otro lado de la balanza se sitúan auto-referencias inteligentes (los inventos y James Bond) , el planteamiento de alguna situación y la acción casi continua además de poner sobre el tapete los temas nombrados así como también el mensaje de denuncia del racismo que exterioriza el personaje principal con una demoledora frase al comisario francés. No olvidemos que pese al "crossover" disfrutado por John Shaft las blaxploitation tenían como público objetivo mayoritario a la comunidad negra de los EEUU. Aunque esté lejos de los ambientes urbanos en los que generalmente se desenvuelven los relatos de esta clase de películas, Shaft en África puede ser una buena elección para conocer el género.

6/2/11

Jubal



JubalDelmer Daves, 1956, EEUU, Glenn FordErnest BorgnineRod Steiger.

Ejemplo de la flexibilidad del WesternJubal es muestra representativa del trabajo de Delmer Daves, uno de esos directores que quedan escondidos detrás de los grandes nombres del Séptimo Arte pero a los que merece la pena descubrir o revisar de vez en cuando. Con estilo clásico y sobrio el realizador -que también participa en el guión- construye un relato inspirado en la tragedia "hamletiana" de Otelo en el que destaca la construcción de los personajes y sus relaciones sobre la acción, de modo que la película cobra especial interés en su vertiente psicológica. No en vano los personajes están atrapados por emociones humanas -deseo, ambición, lealtad, celos- y sus reacciones ante ellas son el eje sobre el que pivota la narración.

La tensión psicológica destilada con sencillez por Daves llega a cotas álgidas por momentos si bien el desenlace resulta alargado y débil en comparación con el resto del filme y aún así tiene unos interesantes planos simbólicos (el gancho y la cuerda) y otros de notable fuerza visual (las patas de los caballos alrededor del Yago de esta versión); antes, la película ya nos ha dejado un buen aroma cinematográfico y nos ha atrapado por el perfil desplegado por los personajes y los lazos que van uniéndolos. La historia que comienza con tintes "noir" (un tipo con un pasado misterioso aparece en un rancho en el que vive una "femme fatale" casada con el benefactor de aquél) se desenvuelve después como una suerte de melodrama trágico en el que la apariencia de Western no es más que apariencia pues el relato podría desarrollarse en cualquier otro ámbito. Si bien es cierto que el paisaje que sirve de marco a lo narrado es majestuoso y está espléndidamente filmado en CinemaScope -¡cómo se benefició este género del formato panorámico!-, no pasa de ser un contexto en el que las pulsiones humanas se despliegan cobrando éstas protagonismo absoluto.



Un reparto correcto capitaneado por el efectivo Glenn Ford y entre el que aparece Charles Bronson recién cambiado su apellido y consolidando su carrera, la música de David Raksin y el saber hacer del realizador, un hombre con amplia experiencia como guionista cuando se decidió a pasar detrás de las cámaras en los años 40, junto con el impresionante paisaje de Wyoming son suficientes elementos para acercarse a este sugestivo Western.

2/2/11

La Diligencia



StagecoachJohn Ford, 1939, EEUU, Claire TrevorJohn WayneThomas Mitchell.

Película importante para el Western, película importante para el director, película importante para el actor, película importante,  en definitiva, para la historia del cine. La Diligencia es un filme mitificado pero de gran calidad técnica y narrativa y de una belleza visual en ocasiones apabullante conferida por el estilo de uno de los grandes cineastas según consenso mayoritario (cuando a Orson Welles le preguntaron por sus tres directores preferidos dijo: "John FordJohn Ford y John Ford").

El retorno del realizador al género que lo definiría y al que definiría ("Me llamo John Ford y hago Westerns"), después de trece años durante los que dirigió películas de índole diversa, supuso un Rubicón para el mismo género que en la década de los treinta estaba moribundo después de su esplendor silente, éxito que con la llegada del sonoro y la dificultad de integrar el ahora necesario diálogo con la acción característica de este tipo de cine comenzó a declinar hasta el punto de ser considerado como producto de Serie B. Sin duda La Diligencia marcó el devenir del género sentando las bases para su clasicismo de los años 40 y 50 y el ulterior revisionismo (Peckinpah) y surgimiento de subgéneros de todo tipo (Spaghetti). La Diligencia revitalizó el Western de tal modo que pudo transitar por los nuevos caminos abiertos por ella, alcanzando estatus de Género para el cine. La construcción de personajes más ricos, profundos y complejos (si exceptuamos la presencia y el tratamiento dado a los indios que, básicamente, actúan como mecanismo de soporte del suspense de la trama) sin olvidar la acción inherente a esta clase de películas y el cuidado de la atmósfera en la que se desarrolla el relato, además del empleo del paisaje como elemento dotado de significado en el mismo -aunque aquí sea un esbozo de lo que daría de sí en el género la inclusión de la Naturaleza como personaje y, más concretamente, el rol de Monument Valley en la filmografía "Fordiana" que queda introducido por primera vez- permitieron otear en el horizonte la madurez del género. Queda establecido el paisaje como eje de la narrativa y fijada la consustancial preocupación por los personajes de esta categoría de películas.



De una intensa belleza visual en la que destacan la composición de los líricos y profundos planos interiores y su iluminación (obra de Bert Glennon) y una magnífica dirección técnica con emplazamientos y movimientos de cámara innovadores e interesantes (encima de la diligencia, por ejemplo), la película supera la limitación espacial con agilidad y gracias al despliegue de ciertas características "fordianas": la exuberante sensibilidad estética, la localización en  el -ahora- famoso desierto, el uso espléndido de la técnica cinematográfica (no solo los movimientos de cámara citados sino también la funcionalidad narrativa de los elementos del medio -veáse la escena de la comida o los diálogos-), la preocupación política (derecho a voto, referencia a la Guerra de Secesión) y social (relaciones entre personajes de diferente clase) y la exposición de la relación entre el hombre maduro y el joven, sin dejar de mencionar el desfile militar que tantas veces reprodujo el realizador. El poético estilo visual de Ford enfatiza el purismo del guión de una milimétrica estructura en tres actos (a este respecto hay que recordar el repetido visionado -cuenta la leyenda que por 40 veces- por parte de Welles de la obra como preparación para su magna Ciudadano Kane) que despliega una profusión temática (prejuicios sociales, alcoholismo) encabezada por la historia de redención de los personajes "moralmente menos aceptables" pero que en situaciones límite obran según valores más elevados, nobles y humanos que el resto. Idea concomitante con Bola de Sebo, relato corto de Guy de Maupassant, que inspira la historia de vaqueros de Ernest Haycox en la que se basó Dudley Nichols para escribir el libreto del filme.



Película antes que Western, la obra complementa su estética visual con la diversidad de temas tratados centrándose en las relaciones que se establecen entre los personajes pero incorporando en el último tercio una de las escenas de acción más celebradas y recordadas que se rodaron en la década de los años 30 (y para muchos una de las mejores de todos los tiempos) con el asalto al vehículo que da título al filme y su defensa: el especialista Yakima Canutt tuvo que ver en la concepción y ejecución de la misma. Asimismo, el tradicional duelo final conclusivo de la sub-trama de venganza que hunde su concepción en el expresionismo es resuelto con extraña belleza por Ford y sirve para poner digno colofón al relato. Precisamente el actor que protagoniza esa sub-trama de revancha descolla entre el correcto reparto -aunque Carradine esté notable-, su dilatada entrada ha pasado a ser una de las más celebradas de la historia del cine con ese abrupto desplazamiento de cámara coronado en un soberbio primer plano... el resto es historia: John Wayne es uno de los iconos del Séptimo Arte. Actor de presencia (por favor, veánla en versión original para comprobar la dicción) que ya era un clásico del género (claro que si tenemos en consideración el estatus antes expuesto de este no es decir mucho) y que con su Ringo Kid alcanza el reconocimiento que se le había negado hasta ese momento y se conforma como gran estrella del firmamento cinematográfico. La Diligencia era la gran oportunidad para el actor tras su anterior papel protagonista en un film de Raoul Walsh a comienzos de década que se convirtió en estrepitoso fracaso; en esta ocasión las cosas fueron bien diferentes al cosechar esta obra gran éxito de público y de crítica (refrendado con la consecución de dos estatuillas en los Oscar y unas cuantas nominaciones) catapultando a Wayne hacia una carrera profesional que lo encumbró como una de las figuras más emblemáticas del género y del cine.



La Diligencia cobra trascendencia como piedra fundamental en el devenir del Western y se erige como señal fundacional de los patrones clásicos del mismo además de ser el disparador de una de las carreras de interpretación más legendarias y suponer el retorno de Ford al género tan querido por él; la revisión y puesta a punto del género que hizo el director lo dejó preparado para emprender o continuar un trayecto con múltiples sendas trazadas por otros ingenieros (HawksMann) y que aún hoy en día no ha llegado al fin del recorrido, instituyéndose el Western como uno de los grandes géneros del cine, de aquí la significación de La Diligencia para este.