26/11/11

El Halcón Maltés



The Maltese Falcon, John Huston, 1941, EEUU, Humphrey Bogart, Mary Astor, Sydney Greenstreet.

El Halcón Maltés, o como un producto de -casi- Serie B deviene en mito fundacional de uno de los géneros, y no sólo cinematográficos, que ha sublevado a mayor número de personas, es una película sólida y que pertenece por derecho propio a aquella categoría de obras que conforman el imaginario colectivo del aficionado al cine y traspasan el medio hasta formar parte de la cultura popular.

La piedra angular sobre la que descansa el andamiaje del "noir", pues para muchos ésta es la primera película de cine negro, aunque muy discutible esta afirmación podemos aceptarla por consenso reconociendo influencias y proto-noirs anteriores (desde M hasta Pépé Le MokoFuria o La Golfa pasando por Los Muelles de Nueva York) que en ningún caso le restan valor, es la ópera prima de John Huston que tras labrarse una firme carrera como guionista (ese mismo año había firmado los libretos de El Último Refugio y El Sargento York, por ejemplo) decide comenzar su andadura como director, una trayectoria que, no hace falta recordarlo, la jalona con películas importantes sobre las que descarga preocupaciones vitales en forma de estudio de la naturaleza humana, dedicando especial hincapié a la definición de los personajes y las motivaciones que los conducen. El sobrio debut de Huston presenta en forma embrionaria las constantes vitales de su filmografía, comenzando por la adaptación bastante fiel de una obra literaria (la novela homónima de Dashiell Hammett que ya había sido llevada al cine en dos ocasiones con no muy buenos resultados), pasando por la escritura de un guión sólido y finalizando por esa citada preocupación por la construcción de los personajes y sus razones. Así pues, El Halcón Maltés se convierte en doble mito: inicio de un género vital en el devenir del Séptimo Arte y comienzo de la trayectoria de uno de los realizadores más prestigiosos del cine norteamericano y, por ende, de la cinematografía mundial. Sin embargo, la mítica de este filme aún se desarrolla en otros aspectos y la obra ha quedado fijada también como la catapulta a lo más alto del firmamento del celuloide de Humphrey Bogart quien deja atrás, merced a su composición del anti-héroe duro y cínico pero también romántico que protagoniza esta narración, sus habituales papeles de gánster, forjando una de las trayectorias más célebres que se conocen y cuyo reconocimiento como uno de los más grandes iconos del cine perdura hoy en día.Y, para los más puristas, aún presenciamos en el vuelo de esta ave otra irrupción rotunda, la de Sydney Greenstreet, actor de reparto de ascendencia notoria y que en esta ocasión está excelso, presagiando su personaje al mismo Kingpin, el Señor del Crimen, archienemigo de Daredevil o Spiderman. Por tanto en la vertiente mitológica El Halcón Maltés juega con una mano de póker iniciática: género negro, HustonBogart y Greenstreet.




El relato de Hammett le sirve a Huston para inaugurar, así, el período clásico del cine "noir", el género que mejor retrata a la sociedad codiciosa de sexo y dinero en la que los valores de amistad o amor parecen no existir o, como mínimo, quedan solapados por la línea moral difuminada que orienta la conducta de las personas que pueblan este universo. En este estado de cosas no importa quién es el responsable o autor material de los hechos sino quién aparece como tal a los ojos de la opinión pública dando pie y apoyando a la corruptela imperante. Sin duda, la situación de los EUA a principios de la década de los 40 del siglo pasado con los estertores de la Gran Depresión, la paralización de los resultados del New Deal y la inminente entrada del país en la II Guerra Mundial, supuso un buen caldo de cultivo para la irrupción del género. El género negro abre la puerta a la ambigüedad moral, reflejo, por otra parte, de la misma sociedad y naturaleza humanas y sobrepasa al cine de gánsters, tan popular en el decenio anterior, dotando a sus ficciones de personajes "grises" y constituyéndose la creación de ambientes y actitudes como pieza básica sobre la que destilar la visión pesimista sobre el devenir del mundo real. El Halcón Maltés se inserta sin dificultad tanto en el "corpus noir" como en la filmografía de su director y guionista pues, respecto a lo primero, se confirma como retrato de un microcosmos dominado por engaños y traiciones que sirven como armas principales de tipos corruptos que persiguen su beneficio de manera exclusiva y entre los que destaca Sam Spade, un héroe duro y cínico que sirve un código ético propio, hecho que lo diferencia del resto de compañeros de viaje a pesar de ser una especie de poco escrupuloso "borderline" moral. Y,  en lo tocante a la inmersión de la ópera prima de Huston en la visión que posteriormente éste desarrollaría como hilo conductor de su obra, este filme anticipa muchas de las claves contenidas en ésta, desde las citadas más arriba como son la escritura de un buen guión o el cuidado de los personajes y también de las interpretaciones, así como el aura de desencanto y fatalismo que parecen perseguir a los protagonistas tanto de sus narraciones como de las del género "noir" en general. Si recordamos otras películas del realizador como El Tesoro de Sierra Madre o La Jungla de Asfalto, comprobamos que el viaje que emprenden sus antihéroes deviene más importante que la consecución del objetivo que lo originó, tal como sucede en El Halcón Maltés donde la estatuilla que da nombre al filme funciona como un McGuffin, antes de ser bautizado por otro grande -Alfred Hitchcock- de esta manera.

La concisa puesta en escena contrasta con la complejidad moral que preside la narración y la agilidad con la que se desarrolla la película permite el fácil visionado de la misma, a pesar de que la acción transcurra mayormente en interiores y se apoye fundamentalmente en los diálogos, eso sí, notables. Cabe resaltar que la ficción protagonizada por el detective duro, frío y, sin embargo, romántico, característica esta última crucial en el excelente desenlace, se beneficia precisamente de la utilización de esos dos elementos (interiores y diálogos) para la creación tanto del ambiente claustrofóbico que demuestra el microcosmos en el que se desenvuelven los personajes, incapaces de obrar en otro hábitat, como de la actitud de los mismos caracteres protagónicos. En definitiva, el estilo seco y directo que ofrece Huston hace avanzar la historia de manera rápida y ágil, complementándose con la labor del operador Arthur Edeson (quien se había labrado una firme reputación en los años 30 al lado de James Whale) que sin exagerar la iluminación (elemento clave en el género) sí utiliza la cámara para significar cuestiones narrativas, dotando a los elementos encuadrados de funcionalidad simbólica como se puede apreciar en el plano final del ascensor, deudor de la mencionada más arriba Pépé Le Moko.



El Halcón Maltés puede que hoy no sorprenda al espectador acostumbrado a este tipo de relatos pero hay que hacer notar que sentó las bases para el desarrollo de un género no agotado en la actualidad el cual representa la realidad sin ilusiones. El arquetipo de investigador privado, héroe que sobrevive con su propio código de valores en un mundo cerrado y que se desenvuelve con un pragmatismo realista y cínico queda determinado a partir de este momento (y asociado a la figura legendaria de un tipo más bien esmirriado: Bogart) y sin olvidar que otro personaje fundamental en el género es introducido de manera primaria: la mujer fatal, encarnada en esta ocasión por Mary Astor, actriz con exitosa trayectoria desde el cine mudo. Por tanto, estamos ante la crisálida del cosmos negro, dogma del que su Moisés es Huston y que fue abrazado de inmediato por una legión de seguidores que siguen disfrutando de los ficciones en las que caracteres turbios viven entre sombras que simbolizan su ambigüedad moral y que siguen gozando de plena vigencia. No cabe duda alguna, el halcón maltés continuará sobrevolando las zonas oscuras de la ciudad.


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