14/2/12

La Vida Privada de Sherlock Holmes



The private life of Sherlock Holmes, Billy Wilder, GB, 1970, Robert Stephens, Colin Blakely, Geneviève Page.

Aunque para muchos se cuente entre lo mejor de la filmografía de Wilder e incluso para algunos sea su mejor película, aportando estos con ello cierta originalidad o, quizás, demostrando el conocimiento sobre la obra del célebre realizador, La Vida Privada de Sherlock Holmes dista bastante de ser un film redondo pese a su prometedor inicio y queda lejos de obras como El Apartamento, sin ir más lejos.

Concebida por el director como una producción cercana a las cuatro horas -él mismo bautizó el proyecto como su sinfonía-, la película fue mutilada en la fase de post-producción, circunstancia muy a tener en cuenta a la hora de valorar y analizar la propuesta. Puede que en un momento de crisis generalizada de la industria cinematográfica- la United, distribuidora de esta película, cerró el año de producción de este filme con unas pérdidas récord de 45 millones de dólares, por ejemplo-, los hermanos Mirisch, productores que habían trabajado con cierta regularidad con Wilder, no se atrevieran a lanzar al mercado una película de las características pensadas por el director y decidieron ejecutar esta reducción en el metraje que lo deja en las dos horas escasas en su versión final, sensiblemente menor a la prevista por Wilder. Pese a ello, o quizás por ello, el filme se convirtió en mayúsculo fracaso en taquilla, circunstancia agravada por su costo total, en torno a los 10 millones de dólares. Estamos ante una de las películas que, junto con Chitty Chitty Bang Bang y La Batalla de Inglaterra, causó la reducción de la inversión que la United Artists emprendió en la década anterior en Gran Bretaña.

La humanización del famoso detective creado por Conan Doyle que aquí consigue Wilder nos ofrece otra perspectiva del mito pero queda lejos de ser la investigación profunda sobre el personaje que, según el mismo realizador, buscaba alcanzar. Las explicaciones fáciles a la misoginia con que se caracteriza al investigador y con las que se despacha su presunta homosexualidad no ayudan a lograr la meta impuesta. Aun así, es cierto que el relato se tiñe de cierta melancolía al descubrir a un Holmes terrenal y falible que reduce la eficacia de su mente racional cuando se ve envuelto sentimentalmente en el caso a investigar y, en este sentido, Wilder logra mostrar el lado humano del personaje especialmente al principio de la historia y en su conclusión. Sin embargo, el retrato pudiera haber sido más trascendente si no se hubiera optado por seguir una línea argumental centrada en una aventura de misterio que pese a contar con elementos prometedores como una mujer amnésica, unos enanos desaparecidos y el monstruo del Lago Ness no acaba de funcionar quedando el filme a caballo entre una aventura "holmsiana" sin demasiado interés y una potencial representación honda del detective.




Esta película, revalorizada con el paso del tiempo hasta alcanzar una enorme reputación en el mentidero cinematográfico, despliega una exuberante y magnífica ambientación corriendo el diseño de producción a cargo del gran Alexandre Trauner (la recreación del conocido piso que Holmes y Watson comparten en Baker Street guarda notable parecido con el apartamento que C.C.Baxter prestaba a sus jefes para que estos mantuvieran sus citas extramatrimoniales, obra también del francés), colaborador en algunas películas de Wilder como también lo era, de manera habitual desde mediados de los 50, el guionista I.A.L.Diamond quien ayuda al director a escribir esta comedia que no despliega la acostumbrada acidez de ambos, quedando la supuesta subversión de los temas relevantes propuestos (la adicción a la solución de cocaína y la orientación sexual del detective) como antigua, incluso para los tiempos en que se rodó el filme.

La sinfonía "wilderiana" incompleta que nos ha quedado está interpretada por un actor de enorme prestigio en el teatro británico, y que está extrañamente maquillado, Robert Stephens, cuya trayectoria teatral queda patente para otorgar matices en su encarnación de un Sherlock Holmes afectado y diferente, sin duda, a las más de doscientas caracterizaciones que se han hecho de él a lo largo de la historia del cine.



Las imágenes se han encontrado en la red tras búsqueda con Google y se utilizan simplemente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.

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