6/12/15

La Costilla de Adán




La sexta película de las nueve que protagonizaron la pareja Spencer Tracy-Katharine Hepburn puede que sea la más famosa y, sin duda, mantiene un grado de frescura que hace de su visionado hoy día algo ciertamente entretenido. Ello ocurre gracias a un inteligente guión, elogiado por muchos entendidos a lo largo de los años y hasta reconocido en la ceremonia de los célebres Oscar con su nominación al premio en su categoría, pero, principalmente, es posible por la innegable química que desprendía la pareja protagonista cuya afinidad en la vida real, demostrada en su idílico y duradero romance, se transfiere a la pantalla con pasmosa naturalidad. Naturalmente, esto se debe también a la capacidad interpretativa de ambos. Así que Cukor sólo debe dejar fluir ese estado de cosas para que la función se desarrolle de manera divertida, amena y ágil. De hecho, el director opta por una realización que lejos de distraerlo consigue que el espectador se siente en el patio de butacas de un teatro como si estuviera disfrutando de una obra tal cual. Una cámara inmóvil y escenas largas acercan a esta película a ese otro arte, para muestra recuerden la declaración que le toma el personaje de la abogada a su defendida. Esta dirección sencilla y discreta consigue dejar en el epicentro a los actores y, en este caso, los actores son excelentes. Porque el dúo protagónico es rodeado de un elenco de secundarios estupendo. El divertido Tom Ewell y la gran Jean Hagen quedan eclipsados por las loas mayoritarias hacia la "barriobajera" Judy Hollyday (parabienes bien merecidos, por otra parte) pero este trío muestra una forma envidiable en sus primeros papeles en el cine y/o sus casi primeras apariciones en el mundillo, según el caso (podemos considerar que La Costilla de Adán es el debut oficioso de Hollyday, por ejemplo).


Pero, como se ha dicho más arriba, detrás de la realización de Cukor que cede el protagonismo a los maravillosos intérpretes se descubre un libreto que aunque parta de una premisa quizás inverosímil no esconde su inteligencia como tampoco la exposición diáfana de cuestiones feministas. Un argumento, por cierto, que tiene su origen en una situación real como la vida misma y en el que la presencia de ciertos estereotipos de género existe pero el carácter dinámico, decidido y seguro de sí mismo del personaje que encarna la Hepburn (y tan habitual por otro lado para ella) pone sobre el tapete y boca arriba las cartas que barajan Ruth Gordon y Garson Kanin. Dicho sea de paso que esta fue otra pareja sentimental cuya parte femenina también era una mujer de enorme vitalidad y de un carácter polifácetico aún pendiente de reconocer y, desde luego, digno de admirar. Recordemos para los amantes del terror una de sus caracterizaciones más conocidas. Deducimos sin dificultad la importancia del otrora llamado sexo débil en la génesis y resultado final de este filme si nos atenemos a un somero examen de su participación en él. Desde las labores de escritura de Gordon hasta las descollantes interpretaciones de Hollyday y Hagen y, por supuesto, la arrebatadora personalidad de Hepburn.

Tal fue el éxito obtenido que tres años después se intentó repetir la fórmula con La Impetuosa en la que director y pareja protagonista se volvieron a reunir para ejecutar de nuevo un libreto del mismo dúo de guionistas y hasta se emitió una breve serie de TV en los setenta, década en la que la obra que nos ocupa ya era considerada un clásico. Categoría que sigue ostentando en la actualidad junto con la de paradigmático ejemplo del que podríamos llegar a considerar como subgénero cómico de la "Guerra de los Sexos". En definitiva, una película a la que nos podemos acercar cuando queramos disfrutar del cine clásico de Hollywood y/o de una de sus parejas estelares. No defraudará a ninguno de sus seguidores, seguro.



Las imágenes se utilizan exclusivamente con fines de ilustración y se han encontrado tras búsqueda en Google. Sus derechos están reservados por sus creadores.

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