18/12/16

Almas Desnudas



El cierre del periplo norteamericano relativamente corto del realizador europeo Max Ophüls (para la ocasión convenientemente acortado a Opuls) fue una interesante producción encuadrada en los márgenes del cine negro, muy alejada, a priori, de los presupuestos estilísticos característicos de su filmografía, o al menos, por los que es recordado por la mayor parte de aficionados. Esta despedida americana es una pequeña joya casi desconocida del elegante director, aunque quizá aún se haya olvidado más su anterior filme, otra incursión sui géneris en el cine negro protagonizada también como ésta por James Mason además de por Robert Ryan, uno de los actores fetiche del género, junto con la que forma una suerte de díptico a redescubrir. Un par de películas que, si bien es cierto que se barnizan con tonalidades noir, acaban por adentrarse en la idiosincrasia propia "ophülsiana", especialmente la traída a colación al seguir, por una parte, una línea dramática con protagonismo femenino y, por la otra, ahondar en las habituales características formales del realizador, dominadas por los distinguidos y reconocidos movimientos de cámara que hasta dieron pie a un curioso poema* compuesto por el inquieto Mason, un tipo capaz de ilustrar un libro sobre gatos y ofrecer interpretaciones memorables como la del villano Vandamm.



Estamos tratando, por lo tanto, un melodrama negro que encaja naturalmente en la trayectoria cinematográfica de Ophüls quien aquí prefiere dejar de lado la pesquisa criminal para poner el foco sobre las relaciones que surgen entre la pareja de protagonistas, personajes que acaban por vivir quizá una historia de amor no confeso dominada por los deseos vitales de "normalidad", léase respetabilidad y formación/conservación de una familia. Así, es esa necesidad la que reviste al personaje encarnado por el mencionado Mason, un delincuente habitual, de su cariz quijotesco que, surgido de su romanticismo moral, lo impele a auto-rebelarse contra su resignación vital en un proceso que, iniciado con la transferencia hacia él mismo del malestar en el que la sufrida ama de casa protagonista está inmersa, culmina con su redención personal en un clímax en el que él reorienta su vida a partir del instante en el que decide ayudar a su hasta entonces víctima. Ella, la convenientemente caracterizada Joan Bennett (casada por aquel entonces con el productor Walter Wanger con el que acabaría por vivir uno de los grandes escándalos de Hollywood), por su parte, atrapada en un asunto turbio provocado por la conducta de su hija (interpretada por Geraldine Brooks, actriz de gran potencial que nunca terminó de explotar) ve zozobrar su mundo ideal familiar de clase media al que a partir del momento al que hace referencia el título original del filme intenta proteger a toda costa. La abnegada mujer se enfrenta a la irrupción del mal en el paraíso y a la consecuente descomposición de su universo demostrándose capaz de todo por salvar a su hija. Sin duda, Ophüls consigue capturar el vértigo de la desesperación en la que se sumerge esta Lucia Harper y retrata con acierto sus titánicos esfuerzos para mantener la normalidad y preservar la apariencia de la misma, equiparándose así con sus heroínas típicas la mujer presentada bajo los rasgos de la protagonista de anteriores clásicos negros "langianos".



Es, precisamente, cuando ella comienza a perder lo que él siempre quiso tener y nunca tuvo cuando las pasiones afloran de manera intensamente sublime y delicada bajo la mano de Ophüls, capaz de plasmar los matices de los sentimientos y las tensiones surgidas con una extraordinaria brillantez que deja a sus protagonistas con las almas desnudas. Un realizador que ya había conseguido demostrar su acusada sensibilidad y notable buen gusto en los EUA con su adaptación de la excelente novelita (por su extensión) epistolar de Stefan Zweig. En esta ocasión, alejándose del suspense y del cine negro adentra la historia en otra dimensión también interesante y viva que se inserta en el que podíamos bautizar como ciclo de mujeres en peligro en boga por la época (recordemos películas coetáneas como Alma en Suplicio, Astucia de Mujer, Luz que agoniza, incluso La Sombra de una Duda, todas ellas comentadas en este espacio). Con la última de esa lista de obras citadas, la "hitckcokiana" historia del asesino de viudas, coincide en otro aspecto singular: la maestría en conseguir capturar el sentimiento de pequeña comunidad y de lo que se puede ocultar debajo de las apariencias de "normalidad" que la rigen, en definitiva, de delinear un excepcional retrato del anverso y del reverso de la clase media americana. El esfuerzo por mantener en pie los inseguros pilares de la normalidad introduce a la sacrificada ama de casa en una espiral de acontecimientos que, más o menos peligrosos, la impelen a cometer actos en ocasiones ilegales, siempre desesperados, que acaban por transformar su plácida y confortable existencia, dejándola con una terrible sensación de irrealidad, una emoción cuya plasmación en pantalla es de gran complejidad pero que Ophüls consigue transmitir con elegante solvencia al espectador el cual es consciente de la asfixia y de la impotencia de la protagonista y siente como el mundo de la misma se tambalea peligrosamente. Algo palmario en las escenas de actos cotidianos que lleva a cabo la familia (la cena, las conversaciones telefónicas con el marido/padre ausente) antagónicas con la situación desesperada en la que ella se encuentra sumida, un arriesgado viaje hacia la oscuridad de un mundo que ajeno a su burbuja de convencionalismo honorable está bien presente en la realidad de muchas personas.



La riqueza formal y dramática de esta película queda fuera de toda duda si atendemos a algunos aspectos citados a vuela pluma: la sabia utilización de los exteriores, los habilidosos movimientos de cámara ya anotados o su desarrollo argumental que nunca cae en el trillado enamoramiento de la protagonista femenina y su potencial y peligroso aspecto lacrimógeno. No sólo Ophüls era un cineasta de gusto exquisito sino que también demostró ser un excelente director de actores como sucede aquí, una historia en la que los caracteres e intereses de los protagonistas quedan desvelados por gestos o miradas. Ella, empeñada en conservar su seguridad, su clase social definida por la respetabilidad y la unión familiar, será capaz de saltarse la legalidad y él, decidido a mantener el estado de cosas, será capaz de ejecutar un postrero acto de redención con el que ella pueda volver a la respetable normalidad y salvaguardar su decorosa existencia aceptada desde el punto de vista de la sociedad. Ambos, en cierto sentido, atrapados por su destino. No se pierdan esta producción basada en una historia publicada en una "revista para mujeres" ya que desde la presentación con el crápula encarnado por el notable Shepperd Strudwick a la cabeza estamos ante una brillante y tensa película de un cine que quizá ya no se haga, un clásico que debería ser y que como tal merece un final de reseña con aroma añejo, de aquellos que decían lo de excelentemente interpretada y elegantemente dirigida.




*"Una toma que necesita rieles de más/es una agonía para el pobre y querido Max/quien separado de su dolly/se hunde en la melancolía./Una vez, cuando se llevaron su grúa/pensé que nunca más sonreiría".


Las imágenes se han encontrado tras búsqueda con Google y sus derechos están reservados por sus creadores. Aquí, únicamente, se utilizan con fines de ilustración.

2 comentarios:

  1. Hace un par de semanas, en Facebook, alguien sacó a colación esta película y aporté al improvisado coloquio este sucinto comentario mayormente dirigido a los "desconocedores" del cine de Ophüls:
    Si refiriéndonos a este melodrama podemos hablar de concisión narrativa, también es cierto que la funcionalidad de la puesta en escena no estuvo exenta de una suprema elegancia a la hora de concebir los encuadres y mover la cámara, como era habitual, de manera más evidente que en la que nos ocupa, en el resto de la obra de este director. Así, cuando la historia lo requiere, esa cámara sigue a sus personajes sin interrumpir el plano, creando momentos de espacio-tiempo-vida, realmente maravillosos. Por otro lado, es justo destacar unas sensacionales composiciones a cargo de James Mason y Joan Bennett.

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    1. Bueno, alguna de las películas de Ophüls debe estar en las estanterías de los gourmets del cine. Y, sí, esta muestra puede ser una obra menor. Un saludo.

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